lunes 12 diciembre 2016 |
Gestión Humana
Que el mismo timonel permanezca varios años al frente de una empresa da continuidad e identidad a las políticas de la misma, sin embargo, renovar los cargos directivos permite que las compañías renueven sus aires y presenten estrategias novedosas para enfrentar los problemas o potenciar el crecimiento.
Ante esa disyuntiva vale preguntarse cómo se da la movilidad en cargos directivos y qué tan importante es hacer estos relevos. Para comenzar hay que decir que uno de los principales indicadores de la gestión de los directivos son los resultados. Si los números de la empresa van en picada, lo más probable es que la junta directiva de la misma decida cambiar a su timonel.
Ahora, hay que entender que existen políticas a largo plazo que deben medirse con el largo aliento. Tal vez un alto cargo apunte a un plan de 10 años y que en los primeros cuatro o cinco, por decir algo, los resultados no sean positivos pero son los presupuestados de acuerdo al plan adoptado.
Así las cosas, hay que medir los resultados de acuerdo a la duración de las políticas trazadas, pero también hay que tener en cuenta que durante ese lapso pueden ocurrir imprevistos en que la persona a cargo dejará ver su talante como directivo. Estas situaciones también son un interesante termómetro para medir la capacidad de los altos cargos.
También, como se mencionó al principio y en sintonía con el punto anterior, hay que advertir que las empresas deben tener políticas y estrategias que permitan delinear el futuro de la compañía, pero que también permitan la flexibilidad y capacidad de cambio. Aquí los directivos deben tener la capacidad de guiar y enseñar a los que vienen atrás para que sean capaces de asumir la dirección cuando llegue su momento.
Por supuesto, lo ideal sería conformar un grueso equipo que tenga claro los lineamientos de la empresa y al que se sumen voces nuevas que refresquen las perspectivas y afronten los retos desde otras ópticas. Encontrar ese balance no es una tarea sencilla, es un reto en el que el ambiente y el clima laboral juega un papel determinante y en el que, además, no sobra la mirada de un agente externo que sea capaz de evaluar la situación.