miércoles 02 septiembre 2015 |
Gestión Humana
Cada vez más, septiembre se ha convertido en un mes de celebración en familia, en pareja y en el trabajo. Y aunque muchas veces las empresas aprovechan este ánimo de celebración para la generación de integración, desarrollo de equipos y unidad, estas no siempre son bien recibidas por los trabajadores y, en cambio, se pueden convertir en una molestia.
Si alguna vez te has sentido incómodo con estas actividades, no te preocupes. Es más común de lo que parece. Si no, mira estos casos.
- Voluntario pero obligatorio: Jugar al amigo secreto, participar en almuerzos o salidas; o inscribirte en torneos deportivos aun cuando ni siquiera te ajusten tus pantalonetas viejas, son cosas que pasan en este mes, más que por iniciativa propia, porque sientes que no participar en las actividades ‘voluntarias’ te convierte en el ogro, el Grinch o el aburrido de la empresa.
- Experiencias previas: Mientras lees este punto tal vez recuerdes tu caso personal o el de un amigo, pero el juego del amigo secreto es mucho menos que un juego justo. Puedes esforzarte mucho encontrando el regalo ideal y la cara de tu amigo secreto al abrir el obsequio casi nunca genera más que una emoción protocolaria. Ni hablar de la decepción que puedes llevarte al abrir el tuyo. ¡Claro!, si no eres el que en esta ocasión, como siempre pasa, no recibió regalo…
- Situaciones incómodas: Lejos de una correcta definición de integración, los almuerzos corporativos o las actividades que te obligan a entablar conversaciones con tus jefes, o que te alejan de tu círculo de trabajo, pueden convertirse en un karma.
- Actividades embarazosas: Ya hablamos de actividades típicas que, si bien pueden generar inconformidad, están dentro de los parámetros de cosas a las que podrías estar dispuesto a ceder. Pero disfrazarte, hacer manualidades, ofrecer discursos o someterte a ridículos públicos no son parte de ellas.
- Dinero: Bueno, puede que le pongas buena actitud a las celebraciones y te animes a participar, pero sea como sea tener que destinar un presupuesto para dar un regalo no siempre es una opción. Y esto no se trata necesariamente de voluntad o interés. Tienes prioridades y no siempre las mejores condiciones económicas como para descuadrarte por estas actividades.